martes, 22 de marzo de 2016

Sentido de permanencia

Mucho se habla del sentido de pertenencia, encarnado en un Diego Milito que decidió finalizar su brillante carrera en un equipo que venía de salvarse del descenso por dos puntos y potenciado por Lisandro López tras su cuestionado (por muchos) paso por Brasil.

Racing necesitaba de sus ídolos tras años de dirigentes desprovistos de GPS. No sólo consiguió que volvieran los nuestros: los que llegaron de otros clubes no se quieren ir. Se racinguizaron. Es una política de la institución, claro. Pero a su vez tiene que ver con sus rendimientos. Es un círculo virtuoso en el que la dirigencia sostiene porque la performance de los jugadores lo amerita. Ya no es más “si sos bueno te vas”. Si sos bueno, te quedás.

Lo siempre ilustrativos números de El Método Racing permiten sacar conclusiones que lo respaldan. Cuesta encontrar un plantel de La Academia que, en la suma, arroje tantos partidos jugados con la celeste y blanca. Seguramente en los últimos 30 años no haya otro. De aquel equipo campeón en 2014 sólo falta un titular (Centurión) y un recambio de importancia (Hauche). Acostumbrados a que ante el primer atisbo de éxito (sumar 30 puntos en un torneo corto ya lo era) emigren unos cuantos, el dato cobra mayor importancia, por eso de que el pasado siempre resignifica el presente. Un plantel que se consagró y, casi dos años después, se pone la misma camiseta. ¡Ni los suplentes se fueron!



Entre paréntesis la cantidad de partidos jugados en Racing.

Esta permanencia genera que las incorporaciones deban hacer muchos méritos para ganarse un lugar. No es sencillo sacarle el puesto a un tipo que tiene 100 partidos en el lomo con la de Racing. Pero también una ligazón con el hincha, que se siente seguro con los suyos. Les conocemos las virtudes y sus puntos débiles, ya sabemos qué pueden aportar en cada momento del partido y, lo más importante, confiamos en ellos.  Ahora discutimos sobre quién es el mejor. Y tenemos para elegir.

Nicolás Saralegui

viernes, 12 de febrero de 2016

Apología de la Pantera




La discusión, evidente y ampulosa, pasó unos decibeles por encima del reproche aceptado. En la mitad de la cancha Diego Milito y Gustavo Bou se desafiaban y prometían trompadas para el entretiempo. Alguien era capaz de enfrentar al mito de la camiseta 22 y aún así conservar su lugar de privilegio en la consideración de los hinchas. Sin buscarlo, Gustavo Bou encontraba en la omisión de cuestionamientos el reconocimiento a su aporte sustancial.


Lograrlo le costó mucho. Siempre en la mira, escuchó que su llegada era un negociado de Cocca con Bragarnik. Luego que su racha goleadora era puro culo, un veranito, que sin Milito no era nadie. Más tarde que se había agrandado, que sus compañeros no lo aguantaban, que no se la pasaba a nadie. Y hace poco, muy poco, que tenía que ir a entrenarse a Tita, por su rebelde decisión de pedir un aumento y no viajar a la pretemporada.





Existen intangibles que explican la inserción de los futbolistas en el sentimiento de la gente. Algunos lo simplifican y lo llaman ángel. En épocas de promedio desnutrido tuvimos que ponerle aureola y alitas a unos cuantos matungos que por mucho menos lograron aplausos precoces. Bou no tiene ángel, está claro. Pero tiene fútbol de sobra y una entrega descomunal. Un año y medio al máximo nivel lo confirma. Y un arranque superlativo de 2016 dispara el interrogante: ¿es el mejor delantero de Racing de las últimas décadas?


Los gustos son subjetivos y los logros relativos, dependientes del conjunto. Y las estadísticas desnudas, sin relación con la gloria, matemática insípida. En cambio, cuando todo eso se combina hay que abrir el libro de historia y escribir un nuevo capítulo. A continuación van fundamentos y elogios para afirmar que desde aquel lunes 6 de octubre de 1986 en el que pisé por primera vez el Cilindro (4-3 a Rosario Central), el mejor delantero que ví en Racing es Gustavo Bou.





- Hizo 32 goles en 62 partidos.
- Convirtió en 25 juegos. De esos, Racing ganó 21, empató 3 y perdió 1. En síntesis: cuando Bou la mete, Racing consigue el 94% de los puntos.
- De sus 32 conquistas 11 son pura autogestión. En más de la tercera parte de sus goles no necesitó que nadie lo habilite. Se los inventó.
- 6 de sus gritos sirvieron para empatar el partido, 10 para poner el 1-0 y 3 para lograr el 2-1. Altísimo porcentaje (59%) de goles vitales para conseguir puntos.
- Su gol a Newell’s (primero en Racing) evitó la salida de Cocca.
- Sus goles a Boca dieron vuelta un partido imposible.
- El fierrazo en Quilmes puso a Racing en la punta, a falta de dos fechas. Es el de Bedoya versión 2014.




- Fue el goleador del equipo campeón. Determinante para lograr un título.
- Fue el goleador de la Copa Libertadores 2015. Está a solo 4 goles de Norberto Raffo, máximo anotador de Racing en la historia de la Copa.
- La merma de Milito en 2015 lo obligó a hacerse cargo de todo el trabajo sucio en ataque. Lo hizo sin resignar peligrosidad. Todos los pelotazos largos lo buscan. Abre defensas, las desgasta, asiste (tal vez además del goleador sea el máximo asistidor del equipo) y colabora en la marca.
- Suele destacarse en los partidos importantes. Por ejemplo, a Boca le hizo 3 goles en 2 partidos oficiales.
- Silenció al estadio de Independiente con un gol de antología. A lo Bou, sólo él pensó que era posible hacerlo.
- Fue el máximo responsable de la clasificación a la fase de grupos. Frente a Puebla jugó 180 minutos a un nivel estelar.





Ahí fueron algunos argumentos en forma desordenada. Pero quizás la mejor definición de lo que significa Bou la haya dado Riquelme: si Racing no lo tuviera, sería un equipo como cualquiera.


Nota: Nicolás Saralegui (@CilindroMagix) 
Fotos: Pasión Fútbol, Conclusión.com y Mario Martínez (@mario_charlas)